Néstor Vive en Villa Palito: el barrio lo recuerda a 10 años de su muerte

Casi el 90% de las 80 manzanas de Villa Palito ya están urbanizadas, como el ex Presidente les había prometido allá por 2004, en un día icónico para el kirchnerismo. Diagonales habló con los vecinos y las vecinas para contar una historia de amor que sigue vigente a pesar de los años.

Publicada en Diagonales

El 7 de enero del 2004 estaba aún muy fresco en el cuerpo social el dolor de una imagen que pasó a la historia: un helicóptero que se alejaba llevándose sueños, esperanzas y a un presidente renunciado que miraba de arriba la represión y el asesinato de su pueblo. Pero ese día de enero en Villa Palito otro helicóptero se acercaba en lugar de alejarse, y traía con él otros sueños, otras esperanzas, otro Presidente. Tal vez, ni los cientos de vecinos y militantes que poblaban ese descampado matancero, ni el propio Néstor Kirchner, supieran entonces que estaban escribiendo la primera página de una historia que vive hasta hoy en el corazón del barrio y de todo el kirchnerismo. Porque esa visita del entonces Presidente con menos de un año en el poder sellaría para siempre su carácter popular, su relación de contacto directo con el pueblo, y a la vez llevaría a ese barrio del conurbano lo que en los doce años siguientes irradiaría a todo el país: un sentimiento de dignidad, la renovación de la política como herramienta de transformación, y el orgullo sin el cual un pueblo no puede hacerse cargo de su destino.

Diagonales recorrió las calles del corazón del kirchnerismo, acompañados por los constructores de un sueño hecho realidad, en busca de la historia de aquella famosa foto que inmortalizó a Kirchner nadando entre miles de abrazos. Una historia que comienza más de diez años antes y que durará para siempre.

VILLA PALITO: UN SUEÑO LADRILLO A LADRILLO

En la Palito se respira kirchnerismo. Llegamos al barrio con tres días de fuertes lluvias, pero los charcos se contaban de a pocos y sólo en las calles que aún quedan por asfaltar. En cinco minutos desde camino de cintura estuvimos sentados en los bancos de la plaza que hoy ocupa lo que fuera el terreno baldío en el que Kirchner encabezó el acto que cambiaría todo, casi 17 años atrás. Custodiando el lugar, un enorme mural descascarado con las caras de Perón, Evita, Néstor y Cristina, ladeados por Carlos Tévez levantándose la camiseta de la Juventus en un partido del 2014, para que se viera la leyenda escrita abajo: “La Palito”. Este sábado, ese paredón comenzará a cambiar su piel: la icónica imagen de Néstor Kirchner entre los vecinos presidirá desde ahora el principal espacio público del barrio.

Fotos: Oswaldo Ameg Ramos

Delia Ayala nos fue a buscar hasta la ruta, y en la plaza nos recibieron Cacho Farías y Sofía Acosta. Los tres, vecinos históricos de la Palito, fueron parte de la construcción del barrio desde el minuto cero. La historia de la urbanización es tan rica como extensa, y hacerle honor requeriría una publicación exclusiva a ella. Bastará en ésta contar que en el año ’92 un grupo de vecinos le pagó al Estado 40 mil dólares por el 5% de lo que entonces era ese descampado, que hasta el 99 lo único que creció en la villa fue el hacinamiento, y que el 2 de octubre de ese año un grupo de vecinos ocupó esos terrenos que la cooperativa de entonces no delimitaba porque no quería comprometerse con la política. Las 700 familias de entonces reconocieron una nueva conducción del barrio, sugerida e impulsada por el Padre Bachi. Y en este punto es preciso introducir a uno de sus protagonistas centrales.

“El peronismo no manda, persuade” dice Juan Enriquez, el hombre que es reconocido por todo el barrio como su líder, su conductor, y que encabezó miles de reuniones y asambleas donde hubo que hacer creer a miles de vecinos que el sueño era posible y que los sacrificios valían la pena. Juan, que estuvo en escenarios con Néstor, Cristina y Máximo Kirchner, que tiene como perfil de WhatsApp una foto siendo bendecido en el Vaticano por el Papa Francisco, hoy sigue caminando el barrio saludando a todos por su nombre y atrayendo muestras de afecto de sus vecinos como miel a las abejas. Recuerda el día que volvió a la pieza donde vivía en la casa de su madre y encontró a su compañera con su hijo envuelto en una toalla. El niño había pateado una olla de agua caliente y se había quemado el cuerpo. “Yo tenía claro que mi hijo se quemó porque vivíamos hacinados” recuerda, marcando ese momento como un punto de inflexión. “La única esperanza que teníamos era organizarnos y trabajar por la urbanización, cada uno por nuestra cuenta no íbamos a progresar nunca”.

En Palito Alberto, antes que Fernández, es Balestrini. “Para nosotros está a la altura de Néstor”, dice Enriquez, quien lo reconoce como su padrino político. El ex intendente de La Matanza y ex vicegobernador de Buenos Aires fue el primero que pisó el barrio, antes de ser electo, y prometió diez casas que fueron las primeras de todo el proceso de urbanización. Cuando empezaron a trabajar en ellas, nadie sabía para quién serían. No importaba, Palito fue desde el principio un proyecto colectivo en el que todos tiran para el mismo lado y nadie piensa sólo en sí mismo. En diciembre de ese año se hizo un censo organizado por la Municipalidad y “ahí se acabaron las diferencias”, recuerda Sofía Acosta. Con una nueva conducción en el barrio y la confianza en la respuesta política, las 700 familias abandonaron la toma y regresaron a sus casas de la villa para que de a poco pudieran comenzar los trabajos sobre las tierras ocupadas.

Hoy en la Palito están urbanizadas el 90% de las 80 manzanas que componen el barrio, donde viven alrededor de nueve mil personas y 1350 familias. Y su experiencia discute con muchos sentidos comunes instalados en algunos sectores de la sociedad, que plantean a la política como corrupción y negocios alejados de las necesidades del pueblo, y al peronismo como clientelismo político. En Palito impera el sentimiento de comunidad que guió todo el proceso de urbanización, donde nadie pensó solo en sí mismo, y en el que todos reconocen a la política y al peronismo como pilares esenciales sin los cuales nada hubiera sido posible.

DE PALITO A LA ROSADA, DE LA ROSADA A PALITO

Fue Balestrini quién acercó la conducción del barrio al recientemente electo Néstor Kirchner en 2003. Los años anteriores habían sido de planificación y gestión. “En plena crisis, con saqueos por todos lados, nosotros seguíamos trabajando y planificando. Estábamos muy convencidos. Fueron 5 años de gestionar sin un sueldo, sin nada, nadie nos pagaba nada”, cuenta Delia, que en ese momento atravesaba la crisis como madre sola de seis hijos y sin un trabajo fijo. Pero el 18 de septiembre del 2003 se daría un primer encuentro que marcaría a fuego la esperanza. Néstor recibiría a la Palito para hablar de su urbanización en Casa Rosada.

Sofía cumplía 54 años ese día y “estaba feliz, lo pude tocar y le pregunté cuándo iba a venir al Barrio: cuando Balestrini invite, me contestó”.  Cacho cuenta que “juntaba monedas para ir ese día. Fui en colectivo y le quería decir a todos: mirá que voy a ver al Presidente. No teníamos un mango, pero cuando llegué a la Rosada pensaba: hasta dónde llegué”. La sonrisa se le sale por fuera del barbijo cuando cuenta la historia de una foto que nos muestra, en el que se ve a la comitiva sentada en un escritorio presidencial. “Estábamos todos sentados jodiendo ahí y de repente aparece Néstor por otra puerta, no nos daban las patas para levantarnos, una vergüenza… pero él nos dijo: no, pero si este lugar es de ustedes, ¡es nuestro! Y ahí sentimos que tenía las mismas ganas, la misma rebeldía que nosotros”, recuerda. El final de ese día sintetiza de alguna manera el espíritu que el ex presidente dejó en los participantes de aquella reunión, y que se trasladó luego a todo el barrio: “salimos de la Rosada con otra energía porque ver un presidente que votaste y lo tenés cara a cara, y que el tipo te hable de igual a igual, que se reía con nosotros como si fuera uno más de la banda. Nunca en mi vida me habían temblado tanto las piernas y cuando el tipo viene, te abraza, te besa…” las palabras de Cacho se interrumpen en la grabación por una exclamación al unísono de todos los entrevistados: “de la nada”. “Lo primero que hice ese día al volver fue preguntar cómo hacer para nacionalizarme argentina, para tener voz y voto”, cierra orgullosa Sofía.

De allí la historia salta al siete de enero del 2004, cuando Néstor voló a Palito a anunciar un plan de cooperativas para todo el país. Juan Enriquez casi se pierde la jornada. Se iba a ir a la costa a vender los trompos y baleros que varios vecinos del barrio construían con cajones de manzana para competirle a los importados de China, y que eran una fuente de ingresos importante para la cooperativa. Otra vez fue Balestrini el artífice de la historia, lo llamó y le dijo: “Va el Presidente al Barrio, ni se te ocurra irte”. Juan recuerda que un compañero tuvo la idea de hacer aterrizar al helicóptero en la canchita “para que se llenen de tierra, y así fue” cuenta entre risas. No tenían preparado ningún regalo, entonces otro compañero pensó en los baleros. “Corrí a mi casa y metí uno en una bolsa. Cuando estaba acercándome al Helicóptero, en el apretujón de gente le clavé sin querer el balero en el cuerpo a un custodio, y me salió a correr porque no tenía idea quién era. Me tuve que meter por atrás del escenario y ahí me salvó Luis D´Elía, que les dijo que yo era el presidente del barrio, sino no hubiera podido subir” cuenta con naturalidad, entre la complicidad de la decena de personas que ya rodeaban la escena de la entrevista.

Fotos: Oswaldo Ameg Ramos

La cuestión es que Juan finalmente subió al escenario y estuvo al lado del entonces Presidente mientras anunciaba las cooperativas y la urbanización, mientras decía que la única deuda que iba a pagar era la interna, y convocaba a los vecinos a organizarse y construir, que todo el resto se vería después. Los treinta grados de calor, apenas cubiertos por una lona sobre la cabeza, le secaron la garganta y ahí fue que Juan le alcanzó un vaso de agua del cual él mismo se tomó después un trago. “Lo hice a propósito, sabía que iba a picar. Después todos andaban diciendo cómo puede ser que el piquetero le tome el agua al Presidente” recuerda a las carcajadas. “Más tarde le di el balero a Aníbal Fernández, que lo embocó dos veces en dos intentos, y le dije a Néstor: coincidimos con tus ideales, tenemos que recuperar los trompos y baleros que hacían nuestros abuelos. Y él me contestó al oído que le hacía acordar a su papá, que jugaba al balero con él, y ahí sentí que se aflojó”, prosigue su relato, recordando que en ese momento había ciertas internas en La Matanza, y que Néstor había subido algo tenso al escenario.

El resto es historia. Néstor Kirchner pidió sobre ese escenario pequeño y precario, montado sobre un descampado regado de sueños de vivienda digna, que todos se pusieran la camiseta de la Argentina y trabajaran por ella. Él, Balestrini, Solá (entonces gobernador de Buenos Aires), Juan Enriquez y los representantes de otros barrios firmaron la creación de cooperativas, y el trabajo se puso en marcha. Las obras comenzaron dos meses y medio después, “el 22 de marzo, el día del cumpleaños de mi hija” recuerda Delia. En Palito se crearon siete cooperativas, integradas en un 60% por vecinos del barrio que cobraban el Plan Jefes y Jefas de Hogar, y el 40% restante por vecinos que estaban desocupados: 100% trabajo del barrio.

Néstor caminó los pocos cientos de metros de vuelta al helicóptero casi flotando en una marea de pueblo que lo abrazaba. El amor quedó sellado para siempre.

NÉSTOR EN LA DIGNIDAD DE SU PUEBLO

Explicar ese amor es simple, y a la vez resulta muy complejo. En una sociedad injusta, donde muchos viven excluidos, la dignidad y el orgullo de construir la propia vida dependen, para grandes mayorías, de las oportunidades que el Estado pueda brindarles. Y en la Argentina post 2001, esas oportunidades para una vida digna eran un privilegio que dejaba afuera a muchos. “Con Néstor recuperamos la dignidad, y la entidad también, porque hoy en día todo el mundo dice “yo vivo en Villa Palito”, y si te lo pueden poner en el documento, mejor! Poneme que vivo en Villa Palito! Antes no era así, muchos renegaban de su origen, y hoy estamos orgullosos, eso es lo que Néstor logró en nosotros”, cuenta Juan Enriquez. Mientras habla, su mano derecha deja ver una inscripción por la campaña  del día de la identidad: Juan Enriquez Villa Palito. Su nombre y el de su barrio son indisociables, y ese orgullo es la identidad del barrio.

A medida que recorremos las calles, de mural en mural, pasando por la escuela, el jardín de infantes, el centro de recuperación para jóvenes con adicciones, el polideportivo y las casitas pintadas de colores, se nos van acercando más y más vecinos. Todos quieren participar, todos quieren contar su historia con orgullo, donde emergen los nombres de Perón, Eva, Cristina y Máximo, pero los de Néstor y el Padre Bachi tienen reservado un lugar especial.

“Mi papá me hablaba de Perón y Evita, que habían hecho los mejores hospitales, escuelas, políticas para el pueblo. Y yo pensaba cómo no estuvimos ahí nosotros para vivir eso, sin saber que la vida nos estaba preparando algo para nosotros”, cuenta Cacho. Recuerda también que su padre le decía siempre que la única manera de cambiar las cosas era comprometiéndose, pero que él y su generación no terminaban de comprenderlo porque habían crecido traicionados por la política y sin oportunidades. Hoy cuenta con orgullo 21 años de compromiso y de trabajo colectivo por el bien común y también por los sueños propios: “el sueño de mi hija era tener un balcón, el de mi señora vivir en una casa de dos pisos, pero teníamos techos de chapa y vivíamos hacinados. Hoy tengo el orgullo de ver todo esto que pudimos lograr con una comunidad organizada y un Estado presente. Ese día que vino Néstor a nosotros nos queda marcado para toda la vida, porque vino nuestra dignidad, vino nuestro sueño, vino la esperanza al barrio. ¿Sabés por qué no nos vamos a olvidar? Porque vos abrís la puerta de tu casa y sabés gracias a qué lo tenés. Sabés que la dignidad que tu hijo no duerma sobre un pozo de baño, de que no nos falten vacantes en el jardín para los chicos por ser de la villa, no tener que llevar a tus hijos hasta San Justo para ir a una plaza… esa dignidad no te la quita nadie, y sabés quién te la dio. Todo eso que para nosotros era tan lejano, y hoy MIRÁ EL ORGULLO QUE TIENE PALITO” resalta, y las mayúsculas son el único intento posible por plasmar el tono exaltado de su voz grabada en el celular.

Delia también le pone formas concretas a esa dignidad “urbanización no es sólo vivienda, es todo lo que hace al conjunto de la vida de cada habitante del barrio, y es un derecho de la Constitución que tiene que garantizar un Estado presente”. No pide lujos, nadie los pide en Palito. La dignidad del barrio es humilde, y la única pretensión es el bienestar colectivo básico, pero para todos. Y eso, que llegó como posibilidad de la mano de Néstor, continuó con CFK: “Nos devolvieron la confianza, nos enseñaron a volver a creer en la política. Cristina fue la continuadora de Néstor, y trajo más cosas, AUH, Jubilaciones… Y mujer! Las mujeres de Villa Palito nos sentimos totalmente representadas en Cristina. Una como mujer viéndola a ella.. pucha si es fuerte! Hay que estar en sus zapatos. Nosotras como mujeres luchadoras de barrio que somos y que hemos pasado muchas cosas, nos ahogamos en un vaso de agua con lo que ella hace, representar a un país, luchar contra todas las adversidades”. Sofía se le suma en el comentario, enojada por los ataques permanentes que recibe la Vicepresidenta “no puede ser todo lo que le hacen y lo que dicen de ella. Ladrona le dicen, ¿Dónde está lo que se robó? ¡Acá está!” dice mientras su brazo y su mirada se abren en gesto expansivo señalando todas las construcciones que nos rodean. Y luego insiste “ladrona le dicen, el corazón nos robó, ¡el corazón!”.

Ese corazón de Villa Palito es kirchnerista, así como también puede decirse que Palito es el corazón del kirchnerismo. “Si hay un lugar en el que siento que Él está, es precisamente acá”, dijo CFK en su visita del 2012. Máximo repitió lo mismo en 2016 y 2018, cuando eligió recordar el aniversario de la muerte de su padre en la Palito. La segunda vez fue, además, para inaugurar el tinglado que hoy cubre el polideportivo y le permite a los vecinos del barrio realizar cientos de actividades diferentes sin preocuparse por el clima. Se había comprometido a construirlo en la visita del 2016 “y cumplió como su viejo”, recuerda Cacho mientras pasamos por al lado de la construcción. “Máximo es el pollo de su padre, potenciado con las ideas de su madre. Y tiene el mismo sentimiento por Villa Palito que los dos le traspasaron” agrega sacando pecho.

“Cuando Néstor decía que no hay que abandonar las convicciones, eso es lo que nosotros hacemos. Cuando vino y se tiró arriba de la gente nosotros sentimos que era del pueblo, pero también que teníamos que acompañarlo. Y eso le decimos a los barrios, no es que vengan a urbanizarte y listo. Vos tenés que acompañar, tenés que organizarte, tenés que dar parte de tu vida. Nosotros acá hace 21 años que estamos, con nuestras convicciones y solidaridad”, explica Juan. “Néstor nos enamoró de la política, esto que hacemos y que nos gusta nos lo inculcó él, nos invitó indirectamente a que hiciéramos política, y así me enamoré y me convencí”, remata. Y para graficar la identificación del barrio con el ex Presidente, expone un concepto tan disruptivo como interesante: “en la urbanización de una villa vos necesitás un porcentaje del 20-25% de apoyo inicial de los vecinos para que prenda. Si tenés a la mitad en contra estás bien, porque de entrada es imposible responder a todos, y si todos están de acuerdo y no podés llegarles ahí empieza el espiral negativo. Entonces vos empezás de a poco, vas demostrando con hechos y convenciendo a los que no te apoyaban al principio, y así vas avanzando paso a paso. Si te ponés a pensar, hasta eso nos relaciona mucho con Néstor. Él llegó a presidente con el 22%, y se fue con más del 70%”.

Fotos: Oswaldo Ameg Ramos

A Delia se le llenan los ojos de lágrimas y una se le filtra por debajo del barbijo cuando recuerda que todo el barrio partió en micros o como pudo a plaza de mayo aquel 27 de octubre del 2010. Cuenta que volvió al otro día a la madrugada, después de hacer aquella interminable cola para entrar a la Rosada a despedirse: “no podía volver sin haberle agradecido”. Sofía dice que como Néstor no hubo ninguno, y Cacho va más a fondo: “fue mi Perón, así como nuestros padres nos hablaban de Perón y Evita, nosotros le vamos a seguir hablando a nuestro hijos y nietos de Néstor y Cristina”. Cada comentario que escuchamos recorriendo el barrio va en la misma dirección, agradecimiento por haber llevado la oportunidad de trabajar por una vida digna, por una inclusión social que no hubiera llegado sin la mano del Estado. Como el peronismo en su tiempo trajo a la vida social y política del país a millones que sólo habían existido en los márgenes, Villa Palito es testimonio vivo y latente de la marca indeleble del kirchnerismo en la historia del país.

UN BARRIO DE D10S

La visita formal concluyó tarde, bajo una lluvia insistente y frente al predio donde en 2004 aterrizara ese helicóptero cargado futuro. Hoy es la cancha del barrio, y está siendo remodelada gracias a la campaña que Diego Maradona lleva adelante con la Cruz Roja, “Las 10 del 10”. Diego eligió a la Palito como el primer punto de su movida solidaria, y el barrio explota de orgullo. “No podemos pedir más en Palito: Balestrini, Néstor, el Padre Bachi, Cristina, Máximo, el Papa Francisco, y ahora se suma el más grande, DIEGO MARADONA… ya está!” exclama Enriquez saliéndose de la vaina en su emoción. “Con esto del Diego estamos con la misma adrenalina que cuando vino Néstor” agrega. La cancha en el futuro tendrá tribunas, vestuarios, y alberga un nuevo sueño: ligas de fútbol masculino y femenino para que el barrio sea un semillero de jugadores y jugadoras. Llevará el nombre de “Padre Bachi”, en honor al cura recientemente fallecido de Covid, a quién todos en el barrio recuerdan como su guía espiritual y social. Sobran las anécdotas de Bachi acompañando reuniones, brindando consejos, y levantando a cualquier hora pibes tirados por el paco para albergarlos en el centro de recuperación o incluso en su casa. Pibes y pibas que pronto jugarán a la pelota en una cancha con su nombre y con su bendición, sumada a la del 10. Una cancha tocada por la mano de D10S.

Fotos: Oswaldo Ameg Ramos

Palito no escatima en sueños. Nunca lo hizo, menos lo hará hoy que su gente se siente digna y orgullosa. Cuando nos despedimos de nuestros anfitriones, Darío, que se había sumado a la charla en el último tramo, se ofreció a llevarnos a tomar un remis para la vuelta. En el camino, decidió mostrarnos todas las partes del barrio que no habíamos llegado a recorrer. Relataba el recorrido con pasión, mientras saludaba a dos de cada tres vecinos que se cruzaban por el camino. Nos dejó en la plaza con un “las puertas están abiertas, cuando quieran”, después de presentarnos a la mujer que atendía la remisería. Mientras esperábamos, ella nos contó orgullosa que trabajó muchos años con el Padre Bachi, y cuando habló de Néstor y Cristina la sonrisa le copó todo el rostro. Después una media hora de viaje de vuelta, a punto de bajarnos del remis, el joven conductor fue blanco de una última indagatoria: “Si te pregunto por Néstor Kirchner, ¿qué me decís?”, su respuesta sintetizó la tarde: “Llevó al barrio un sueño, y la dignidad de poder tener otra vida”. Tan sencillo, inmenso e imborrable como eso.

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