El derecho a la educación no sabe de fronteras

La ola xenófoba y la privatización de la educación, impulsadas ambas por Cambiemos, amenazan el derecho de muchos y muchas estudiantes que llegan a nuestro país desde distintas latitudes con el afán de acceder a la universidad pública que en sus países les cierra las puertas.

La cruzada xenófoba encarada por el Gobierno desde el principio de su gestión ha demostrado no tener límites y se recrudece con cada política cambiemita. Les jóvenes que vienen a formarse a nuestro país se enfrentan a diario con múltiples estigmatizaciones: por jóvenes, por migrantes, por el simple hecho de ser diferentes. El Grito del Sur reunió a cinco migrantes que estudian en la Universidad de Buenos Aires para conocer de cerca la realidad que viven cuando salen a las calles, cuando van a comprar al supermercado, cuando van a cursar a sus facultades.

Lara Aragão está cursando su primer año en la Facultad de Medicina, llegó a la Argentina hace 1 año dispuesta a iniciar el CBC para luego adentrarse en la carrera que eligió.  Jessica Paola Vargas Guzmán se egresó de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia y luego se vino aquí para continuar sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, realizando el Posgrado en Estudios Literarios. Esteban Andrés Trujillo Gaitán se considera un «exiliado académico», estudia Derecho y explica que decidió viajar a nuestro país porque «el Estado colombiano, como el de Brasil, Perú, Chile y la gran mayoría de Sudamérica, no garantizan la educación pública, universal y de excelencia para todos y todas». Elibel Jorge Silva y Lorena Bandeira llegaron hace un año desde Brasil y se encuentran cursando el CBC para ingresar a la carrera de Medicina.

Fotos: Nicolás Cardello

Todes forman parte de EsMiUBA, Estudiantes Migrantes de la Universidad de Buenos Aires, una organización impulsada hace unos años para agrupar a les jóvenes que vienen a estudiar a nuestro país desde distintas partes del mundo y visibilizar las problemáticas que sufren. «Nos hemos declarado en estado de alerta por estas políticas xenófobas, aporofóbicas, discriminatorias, pero sobre todo por esta oleada neoliberal que pretende arancelar la educación. Nuestra misión en la Argentina es lograr la expansión de la Reforma Universitaria, con la que los compañeros hace cien años le hablaron a los estudiantes de toda Sudamérica planteando que la educación es un derecho y tiene que llegar a a expandirse a toda la región», menciona Esteban.

Todos los caminos conducen a la universidad pública

Lara, Elibel, Jessica, Esteban y Lorena encontraron en la universidad pública, y en la UBA en particular, la posibilidad de acceder a la formación superior sin tener que endeudarse ni hipotecar su futuro. En Brasil los aranceles de las universidades privadas son muy elevados y en las universidades públicas se presentan otras complicaciones tales como el reducido número de matrículas anuales o un examen de ingreso obligatorio que deja a miles y miles fuera de las aulas. En Colombia la situación es similar, y el mismo panorama se repite a lo largo y a lo ancho de toda la región, lo que explica el alto índice de migración hacia nuestro territorio con fines educativos.

«En Colombia un posgrado no baja de los 3.000 dólares por cuatrimestre, aún siendo una universidad pública. Si bien soy egresada de la universidad pública, para acceder a ella es necesario tener un buen puntaje en el examen de Estado o pasar los exámenes que requiere cada universidad. Por carrera aproximadamente hay entre 40 y 60 cupos, pero para cada una se presentan 3.000 personas, es decir, mi título es una suerte de privilegio al que sólo podemos acceder unos pocos», cuenta Jessica.

«Si es el pueblo quien está pagando la educación, ¿por qué no puede ingresar a la universidad pública y gratuita? La educación es un derecho y debe ser orientada a los intereses y necesidades del pueblo», cuenta Lara.

Cualquiera que haya presenciado una clase o haya visitado al menos los pasillos de las facultades de la UBA, se topó sin lugar a dudas con ese espíritu variopinto que caracteriza a dicha casa de estudios. Esa diversidad de tradiciones, colores, saberes y dialectos es la que reivindica EsMiUBA. La universidad pública argentina logró hace largo rato desdibujar las fronteras y significa a nivel internacional un espacio que no sólo cobija a miles de estudiantes de distintos puntos del planisferio, sino que les ofrece un mundo de posibilidades que en sus países de origen no poseen.

Por el derecho a ser otres

Las políticas de odio y discriminación arrojadas sobre el colectivo migrante desde el inicio del gobierno de Mauricio Macri repercutió en todos los ámbitos y la universidad no fue la excepción: desde pequeños actos de agresión verbal hasta el arancelamiento para ingresar a las aulas. El comienzo del año académico en la Universidad Nacional de La Matanza se vio algo alborotado luego de conocerse la disposición que fijaba un impuesto de 90 mil pesos para les estudiantes no hispano-hablantes que decidiesen ingresar a la UNLaM. Tras las fuertes críticas que recibió la medida y la repercusión de las mismas, la institución bajó el monto a 60 mil pesos, una suma que continua siendo impagable para la mayoría -por no decir la totalidad- de les afectades.

Pero esto no fue todo: a partir del segundo cuatrimestre de 2018, la Universidad de Buenos Aires incorporó un examen de español obligatorio y arancelado para los y las estudiantes no hispano-hablantes. Esta medida, según cuentan les entrevistades, se desprende de una resolución del Consejo Superior de la UBA que data de 1995 y que no se había llevado a la práctica hasta el año pasado. Dicho examen, que en un principio era un requisito para iniciar la carrera, se vuelve ahora un impedimento para arrancar el Ciclo Básico Común, por lo que la semana pasada desde EsMiUBA presentaron un pedido de informe a las autoridades del CBC. «Muchos de mis amigos se volvieron a Brasil porque no consiguieron el certificado de español», cuenta Elibel lamentándose.

Luego de conocerse la medida adoptada por la UNLaM, varios y varias estudiantes de la UBA escucharon a sus docentes pronunciar discursos en defensa de la disposición en cuestión, alegando que así se propiciaría de una mejor manera «el proceso de adecuación cultural». «Hay una cajita que dice ‘Argentina’ y yo me tengo que meter ahí. No somos vistos como una fuente de riqueza cultural, ni siquiera como seres humanos -pienso a veces- porque quieren sacarnos lo que somos», reniega Lara.

«Hay un avance del discurso xenófobo, racista y discriminatorio que estamos viviendo como estudiantes migrantes dentro de las aulas», denuncia Esteban y aclara que estos hechos responden siempre a una bajada de línea previa que puede venir desde el poder político como desde la Justicia o los medios de comunicación. «Por ejemplo, sale un programa al aire como el de Jorge Lanata, que habló sobre los estudiantes migrantes en la universidad bajo el hashtag #ArgentinaPaisGeneroso justificando el déficit en la educación y volcando la culpa sobre nosotros, cuando todos sabemos que se debe a las políticas públicas que están implementando», agrega.

«El discurso de la universidad pública hace que confluya mucha gente de diferentes nacionalidades, diferentes culturas, diferentes lenguas, formas de pensar, formas de sentir, colores, etcétera.», Jessica.

En la misma línea, Lara plantea que les migrantes son utilizados y utilizadas por el Gobierno para reforzar su discurso contra la educación pública. Ven en ellos y ellas un blanco fácil, vulnerable, disgregado, pero ya han demostrado estar organizades y decidides a defender sus derechos con uñas y dientes porque sueñan con «un mundo donde todes seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres», como dijera Rosa Luxemburgo. «Macri quiere decir que la culpa es nuestra y no de su política privatizadora, de los acuerdos con el FMI y de su total incapacidad para gestionar la Nación», arremete desafiante.

Un pantano de mitos y prejuicios

Que son negros, que son malos, que si roban, que si se bañan. Los y las migrantes llegan a nuestro país con una valija mucho más pesada de la que subieron al avión: desde el preciso momento en que ponen un pie sobre nuestro territorio deben cargar con un montón de estigmas y prejuicios que, por si no estuviesen ya lo suficientemente instalados, el Gobierno y sus voceros oficiales de los medios de comunicación se encargan de reforzar. Pero nada les viene bien, critican si roban y critican si trabajan porque «le están quitando el trabajo a los argentinos».

«En Brasil se decía que la educación es un derecho, siempre creí en eso. Pero qué derecho tenía si debía pagar para ser médica o para ingresar a una universidad. Tuve que salir de mi país porque allá mi derecho no vale nada.», Lorena.

«Estos colombianos son unas cucarachas que vienen a invadirnos», fueron las palabras utilizadas por un docente de la Facultad de Medicina de la UBA. Esta es sólo una demostración de los diversos agravios que deben soportar a diario les estudiantes migrantes, a quienes les hacen creer que por estar ocupando esa silla le quitan el lugar a un argentino o a una argentina. «Se está viendo al migrante como un peligro y no como una forma de enriquecer el aprendizaje», dice Jessica.

Sin embargo, el prejuicio que se mantiene primero por excelencia en el podio tiene que ver con que «los migrantes no pagan impuestos y vienen a nuestro país a aprovecharse de nuestra salud y educación públicas». A lo que Lara contrapone: «En realidad todos los que estamos acá lo hacemos porque toda la gente va a un mercado y paga impuestos diariamente. Macri no viene a mi casa a pagarme el alquiler». «Los migrantes también somos un aporte a los ingresos del país porque trabajamos y con eso pagamos impuestos. Eso de que venimos a robar no es cierto porque nosotros aportamos tanto a nivel económico como con nuestros conocimientos al progreso del país», suma Jessica.

«La Argentina reconoce la educación como un derecho humano y es un ejemplo para toda la región. Además, llevamos el ejemplo de los jóvenes de la Reforma Universitaria que desde Córdoba nos marcaron el camino de lucha en defensa de la universidad pública», Esteban.

Con lo dicho anteriormente a nadie puede quedarle alguna duda, pero Esteban va por más y menciona que un estudio publicado hace unos meses reveló que durante el período 2017-2018 los y las estudiantes migrantes aportaron un total de 10.000 millones de pesos. «Dentro de la UBA representamos el 4,4% sobre el total de estudiantes y somos el 2,2% en todo el país. Es decir, si vamos a plantear que el problema de la educación es por el 2,2% estamos graves, tendríamos que empezar a analizar qué es lo que está sucediendo con el 98% restante».

Consultadas y consultados sobre lo que representa para elles la universidad pública y la importancia de mantener su gratuidad, arrojaron una serie de reflexiones que concluyeron -entre risas- con un grito de «Hasta la victoria siempre!».

«La educación es un derecho de todos los estudiantes latinoamericanos, por eso tenemos que estar acá luchando por nuestra universidad pública y gratuita. Es algo que vamos a dejar para las próximas generaciones. Acá tenemos esperanza y vamos a seguir peleando por lo que es nuestro.», Elibel.
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Christopher Loyola

Community manager autodidacta. Mi única relación tóxica es con las redes sociales. El reggaetón es mi terapia y el perreito mi rutina diaria. Militante de la educación pública y seguidor de la agenda de las juventudes. Estudio -o al menos lo intento- la Tecnicatura en Política, Gestión y Comunicación de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Soldado del invierno y catador de milanesas ahre.